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Red Internacional

Continuando con las opiniones de analistas sobre el presupuesto nacional presentado por el gobierno de cara a 2017, escribe el economista Ramiro Albrieu.

Sábado 24 de septiembre de 2016

La semana pasada, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, presentó en Diputados el proyecto de Presupuesto para el 2017 destacando que se trataría de estimaciones “basadas en la verdad”. Diversos economistas, como el ultraliberal José Luis Espert, respaldaron la versión oficial, aunque advirtieron que aún sería necesario más ajuste y recorte fiscal que el ya realizado por el macrismo en sus 8 meses de gobierno y el proyectado en el plan presupuestario.

El escenario del “Mini Davos” donde se reunieron centenares de empresarios y el gobierno para deliberar sobre los proyectos de inversión en el país, fue proclive a más pronunciamientos a favor de las políticas de shock y promoción del endeudamiento, no conformes con el presupuesto de mayor niveles de deuda y ajuste presentado por el oficialismo

En este sentido, el economista del CEDES, Ramiro Albrieu, aborda aquí una lectura del endeudamiento presentado en el proyecto del Presupuesto 2017 pero alerta los problemas en el tipo de cambio y la dolarización de los capitales externos.

Ramiro Albrieu: “La estrategia del gobierno será la de posponer hacia más adelante el ajuste de los precios relativos”

El gobierno presentó su presupuesto para los años venideros la semana pasada. Allí se explican los planes de ingreso, gasto y endeudamiento del sector público, como así también la visión oficial sobre el desempeño macroeconómico en los años por venir. Más allá del contenido –que comentaré más adelante en lo referido al año próximo- hay que decir que se trata de un avance en materia de acceso a la información pública, de participación de los diferentes partidos políticos en la orientación de las políticas públicas y por supuesto en las herramientas de planificación tanto del sector público como del sector privado.

Dicho esto, nos preguntamos: ¿qué surge del presupuesto para 2017? Esa pregunta, a su vez, se divide en dos: (a) ¿qué tipo de macroeconomía tiene en mente el gobierno? y (b) ¿cuán factible es la macro se ubique en esos parámetros?

Comencemos por la primera. Supongamos que todo lo que proyecta el gobierno se cumple –aún con pequeñas variaciones-. En ese caso, podemos decir que la estrategia del gobierno será la de posponer hacia más adelante (¿en la segunda mitad del mandato?) el ajuste de los precios relativos: las cuentas públicas y las cuentas externas seguirán senderos de mayor riesgo en el futuro cercano.

Un pequeño paréntesis: ¿era necesario corregir los precios relativos? A mi entender, si. Los desequilibrios macroeconómicos que se acumularon en períodos anteriores encontraron dos respuestas en el segundo mandato de Cristina Kirchner: la inacción (como en el caso de los subsidios de los servicios públicos) y mecanismos que dieron el resultado opuesto al esperado (como el cepo); ambos tipos de respuesta no sólo ampliaron los desequilibrios sino que le dieron un carácter más regresivo (subsidios y dólares para clases medias altas). El tema es que corregir los precios relativos tiene costos, políticos y sociales. Y sin un plan que específicamente contemple la distribución equitativa de esos costos, el ajuste termina siendo marcadamente regresivo.

Volvamos al presupuesto. La idea de no corregir ni las cuentas fiscales ni las externas pone a la cuestión del diseño de una política financiera inteligente, en particular en lo referido a la deuda pública externa. No se trata de pasar de la represión financiera de hace un año (con la excepción del opaco financiamiento de China) a la plena apertura financiera; como en tantos temas, la mejor solución tiene un poco de cada cosa: reprimir los mercados que contienen mayor riesgo y menores beneficios, fomentar aquellos menos riesgosos y con mayores beneficios.

Así dicho parece demasiado simplificado, pero da unas pistas sobre la agenda que hace falta. Atraer capitales de largo plazo para que operen en moneda doméstica es clave para disminuir los riesgos. En muchos países de la región, por ejemplo, se aprovechó la bonanza de recursos naturales para emitir deuda externa en moneda doméstica. Otro camino posible: discutir un esquema de inversión extranjera directa que discuta maduramente la distribución de costos y beneficios (en particular en los casos de actividades de enclave, como la minería). ¿Qué cosas hay que evitar? La dolarización, el cortoplacismo en las emisiones, y particularmente la combinación de ambas.

¿Tiene sentido plantear un crecimiento de 3.5% con inflación no mayor a 17%? Es un sendero posible: la economía repunta de la mano de la construcción y otros no transables, los precios relativos empeoran pero ese mismo rezago tarifario y cambiario mantienen a raya el crecimiento de los precios. Queda, por supuesto, el interrogante sobre la estabilidad macroeconómica. Y aquí la cuestión es más compleja, porque posponer la corrección de precios relativos quiere decir dos cosas: aumentar el endeudamiento hoy y dejar que esa corrección (que es inflacionaria) ocurra en el futuro. En ese sentido, preocupa que las emisiones de deuda se concentran en moneda extranjera y a tasas relativamente altas, y no se chequea la evolución de la deuda externa tomada por otros agentes (como las provincias). Además, de cumplirse con el 17% de meta de inflación en 2017, sólo se estará trasladando aceleración inflacionaria hacia los años siguientes, haciendo difícil el cumplimiento de la meta de inflación para 2018 y 2019. Veremos qué sucede.


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